Se trata de una dieta equilibrada, variada y con un aporte de nutrientes adecuado. Asimismo, a los beneficios de su bajo contenido en ácidos grasos saturados, así como en carbohidratos complejos, hay que añadir los derivados de su riqueza en sustancias antioxidantes y su alto contenido en fibra.

Esta dieta se caracteriza por:

Consumo abundante de alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, legumbres), pan y otros cereales (siendo el trigo el alimento base), así como los frutos secos. Empleo de aceite de oliva como fuente principal de grasa. Consumo moderado de pescado, marisco, aves de corral, productos lácteos (yogur, quesos) y huevos. Consumo de pequeñas cantidades de carnes rojas y aportes diarios de vino, consumido generalmente durante las comidas. El trío vid, trigo y olivo son la base de esta dieta mediterránea.

La dieta mediterránea también recomienda eliminar el consumo de bollería industrial, pero no de manera restrictiva: "Lo que hay que recordar por encima de todo es comer equilibrado y diversificado. (...) Hay que saber hacer un seguimiento de todos los productos consumidos y mientras, se deben comer cantidades equilibradas con regularidad", asegura el profesor Serge Hercberg, director de investigación en el INSERM y profesor de nutrición en la Facultad de Medicina de París XIII (estudio piloto de Nutrinet salud).

Se ha comprobado que a pesar de que en los países mediterráneos se consume más grasa que en otras zonas, la incidencia de enfermedades cardiovasculares es menor. Esto se debe a un mayor consumo de productos ricos en ácidos grasos monoinsaturados, presentes en el aceite de oliva -que reduce el nivel de colesterol en sangre-. También se atribuye al consumo de pescado y a un consumo moderado de vino tinto (por sus propiedades antioxidantes).

Tras haber dejado atrás las comidas pesadas de las fiestas navideñas, la dieta mediterránea puede ser una buena opción para empezar a cuidarse, ¿te animas?